En mi mesa de trabajo, como si de pequeños observadores se tratara, me acompañan tres personajes muy importantes para mí.
Cuando mi mente se dispersa y mis pensamientos me traicionan he aprendido a mirar hacia la izquierda y mis compañeros me recuerdan que ni es oro todo lo que reluce ni tampoco sombras lo que no tiene luz.
En el centro la sabiduría, el amor incondicional y el empuje hacia adelante.
De negro, el personaje irónico y siniestro que me convence de que no haga caso ni de mi misma, y, pequeñita, pero dulce, con sus alitas y sus flores, a la derecha está la tímida vocecita que me dice que todo saldrá bien.
Qué buena es la imaginación de mi hemisferio derecho que me permite inventarme la realidad que me conviene. Qué mala llega a ser fuera de control!
Pero me esfuerzo y me invento mi futuro y no voy a parar hasta que me lo crea, porque cuando eso suceda dejará de ser futuro y habré creado eso que quiero.
Y para eso tengo que mirar hacia mi izquierda y abrir bien los ojos y la mente...
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