El coaching es un arte que requiere valentía, coraje,
respeto y amor hacia las personas. Te confrontas ante un discurso del coachee
tan elaborado y convincente, que desgranar esas sinapsis neuronales tan
compactas y arraigadas, para crear nuevos caminos, no es tarea fácil.
Si condimentas el proceso con un exceso de compasión te
arriesgas a dejarte arrastrar por ese savoir-faire del coachee argumentando sus
razones.
Si sazonas con un exceso de valentía y determinación, tu
cliente se puede sentir agredido y frívolamente juzgado y perder la confianza
depositada en ti.
Combinar, pues, estos ingredientes con el amor y el respeto,
te otorga la credibilidad necesaria para ayudar al otro y el permiso para poner
en tela de juicio esos esquemas mentales que precisan desaparecer del cerebro
del otro para adquirir esa anhelada y nueva perspectiva.
Y aquí nace el arte.
El arte de ayudar.
El arte de ayudar a progresar.
El coach tiene que danzar para mantener un equilibrio, tarea
tan inteligente como emocional, en la que
el autocontrol juega un papel crucial. La balanza cristalina y vulnerable que
representa la relación coach - coachee se ha de saber manejar de forma tan
exquisita que impida que se quiebre.
Se dice que la mejor manera para entender un sentimiento es
haber pasado por él.
La empatía ayuda a imaginar cómo vive el otro su realidad.
Imprescindible habilidad.
Pero tu experiencia vital puede hacerte confundir su
realidad con la tuya, craso error. Las realidades son personales y únicas.
Muchas necesarias habilidades sobre el tapete!!
Y hasta aquí, nada narrado que no sepamos los que estamos
inmersos en este mundo de ayudar al otro. I know.
Pero es mi reflexión tras tres días de coaching intenso y de
inmersión hacia mi mundo interior. Los tres días que han precedido a una
pérdida anunciada, que no por ello fácil de transitar. Una muerte de una persona valiente, alegre y sabia que
me ha hecho entrar en un laberinto de búsqueda de libertad y replanteamiento de
mis objetivos.
Una reflexión tras una intensa batalla con mi coach que ha
tambaleado mi realidad y mi seguro discurrir, y que desde el amor y el
desinterés me ha obligado no solo a fijar mi rumbo sino también a comprometerme
con mis ideales, mis valores y mis capacidades innatas. De nuevo, el camino más
fácil y más difícil.
No ha acabado aquí mi duelo, pero sí ha empezado otra
cruzada, una más, para reiterar mi deseo de vivir la vida como creo que se
merece. A conciencia. Algo que estaba a
punto de obviar.
Gracias, Jordi Gay, por poner a mi disposición es incisivo y
dulce arte que tienes de exprimir el alma de las personas.
Gracias, Susana.