Trato y maltrato

Esta semana he acudido a unas jornadas como coach voluntaria dirigidas a  personas con dificultades laborales. 

La fortuna me acompañó con los primeros solicitantes, jóvenes entusiastas con dificultades pero con esperanza y algún que otro bloqueo. 

Pero el último proceso me conmovió. Evidentemente no voy a explicar el caso pero sí que me hizo pensar en cómo una persona puede llegar a sus límites, rayar la indigencia, soportar el maltrato y sobrevivir en la soledad más absoluta con el mundo que se gira de espaldas al mostrar tu vulnerabilidad.

Tolerar el maltrato... cuando te lo explican nunca puedes creer que tu, ni en esos zapatos, lo llegaras a aceptar. Al no estar sometido a una presión extrema puedes encontrar recursos para evitar relaciones tóxicas y con más o menos dolor llegar a superar el trance. 

Pero qué pasa cuando la soledad te abruma, no existe motivación en tu vida, mires hacia donde mires no encuentras ningún aliciente, y las expectativas son dramáticas? Y se te acerca una persona que te abraza y te da un poco de cariño y compañía y tu oscuridad se ilumina con un pequeño haz de luz, cómo entonces puedes prescindir, a pesar de que las sombras de esta luz te humillen y te hundan más en el lodo en determinados momentos?

Y el maltratado es absolutamente consciente de esta situación, pero como una droga endovenosa, es superior el pequeño respiro a su desconsuelo que le produce su adicción que la gran necesidad de desprenderse de este consumo.

Terrible situación que convierte tu autoestima en un guiñapo mientras vas aceptando que te pongan la pierna encima, como decía la canción.

Y poco puedes hacer en una sesión de coaching pero sí puedes llevar la lección de vida de otras personas a la tuya propia, extrapolar  y convencerte de que, ya que tu sí que puedes, has de procesar el dolor y alejarte y olvidar a los que un día se entrometieron en tu vida e hicieron y deshicieron en tus entrañas sin compasión, o cómo no, reflexionar sobre cuándo fuiste tu el causante de tiranías aún sin la intención de herir, porque el maltrato la mayoría de las veces no es cuestión de golpes físicos sino que puede estar en cuatro palabras o en el mismo silencio. 

Y sobre todo educar, educar a los hijos a diferenciar entre trato y maltrato, educar la empatía y trabajar el autocontrol y el respeto, conocer los límites de tu libertad y la de los demás.