Una de las técnicas que más difíciles resultan a las personas que están aprendiendo herramientas de coaching es no centrarse en el problema con el que viene la persona para que le ayudes.
Los coaches noveles, todos abrigados con el temor a no hacer bien la sesión y con la obsesión de hacer buenas preguntas, le dan vueltas y vueltas al problema y a los detalles.
El problema no interesa, les digo. Es éste, pero podría ser cualquier otro, no es importante para nosotros. Sólo es importante para la persona que lo tiene, como debe ser.
La tarea de un coach es ayudar al cliente a encontrar sus herramientas personales para solucionar, aceptar, aliviar, relativizar, afrontar, o lo que sea que necesite, sobre su problema.
El coach no salva a nadie, ni busca soluciones. Los detalles son irrelevantes.
Técnica que, poco a poco, los aprendientes van viendo que es más eficaz y más respetuosa.
Todos hemos pasado por ahí.
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