Escuchando a Victor Küppers en una conferencia sobre la gestión del entusiasmo, en la que no aprendí nada, volví a constatar que está en nuestra actitud el disfrute o no de la vida.
No aprendí nada porque no era su intención enseñar nada, su intención de conferenciante y formador sensato y entusiasta era que aprovecháramos la hora compartida para reflexionar y parar.
Y animaba a todos los asistentes a incorporar esa práctica en nuestro día a día, a dejar de ir como pollos sin cabeza (metáfora divertida e impactante), a disfrutar de esa cervecita fresquita, del saludo del desconocido sentado a tu lado en el tren, de los atardeceres, de los amaneceres, de la conversación con la familia, del crear proyectos, de empatizar, de ayudar, de respirar....
Y fanática que me estoy volviendo de la atención plena, ligo esta reflexión con este video de un experimento realizado en Estocolmo, que hace a los usuarios de las escaleras mecánicas ponerse la cabeza sobre los hombros y dejar de ir con ese piloto automático tan ignorante que nos lleva a la fila de la comodidad, y disfrutar de la música, el ejercicio y la creatividad.
...Disfrutar con los pequeños momentos que nos pone la vida delante de nuestras narices y que, como nos hemos dejado la cabeza en el pasado o en el futuro, desgraciadamente tendemos a dejar escapar. Ahí queda eso...
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