El sábado por la mañana conducía yo mi flamante coche azul, con mis tres hijos acompañándome.
Antes de llegar a una rotonda apareció por el arcén de la izquierda una familia tipo deseando cruzar por donde no tocaba. Paré el coche y agradecidos pasaron muy rápido, la feliz pareja con su perro grande marrón claro y la niña con sus coletas rubias y su bicicleta rosa chicle.
Mi hijo, que esta semana ha aprovado su carnet de conducir y tiene las normas muy fresquitas me dice: No tendrías que haberles dejado pasar, por aquí no se puede.
Las féminas de la casa nos volvimos contra él recriminándole su rigidez, y estuvimos comentando el curioso rol que se adopta cuando te pones al volante.
Es ese poder extraño y gratuito del que te apoderas de la misma manera que lo hace el vestir un uniforme. Te conviertes en crítico inflexible del conductor del coche que va delante, le juzgas por estar 15 segundos sin arrancar ante un semáforo recién verde, insultas a la señora que no te deja pasar en un cruce, maldices al que está aparcando porque no puedes continuar tu ruta y a ti sí que te viene de unos segundos, menosprecias al coche con la L en el cristal trasero y te sientes tan superior...
Si, si, :) a mi también me pasa!! dice mi hijo mayor mientras ríe, siempre ríe. Es miedo, dice la mediana seria y convencida. La pequeña sube el volumen de la radio.
Entonces he pensado que era un buen ejemplo para mi taller de crecimiento personal sobre La Caja, del Instituto Arbinger.
En qué Caja te metes cuando estás al volante??
En qué Caja te metes cuando estás al volante??
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